jueves, 7 de enero de 2010

Oscuridad de la buena

Ricardo Gil Otaiza

Muy serio se está tornando el problema del suministro eléctrico en el país. Y cuando de injusticias de trata, los que vivimos en la provincia (como si no fuéramos ciudadanos) hemos venido sufriendo un severo racionamiento desde hace varios meses (hasta en la Nochebuena se fue la luz) para que las grandes ciudades no se vean afectadas. En este momento cuando escribo, no sé si tenga que dejar el artículo a medias, porque los cortes van y vienen sin aviso ni protesto. Un día perdí la cuenta de la cantidad de cortes de electricidad (me quedé en 5) y la casa parecía un arbolito navideño de tanto apagar y prender las luces. Ha sido tan grave la situación, que cuando todo esto se normalice (si es que tal cosa llega a suceder) tendremos que demandar a Corpoelec (es decir: al propio Estado), por los inmensos daños ocasionados a equipos, redes y bases de datos. Sin contar, por obvias, las gigantescas trancas en los semáforos, las alucinantes encerronas en los ascensores, los aparatosos choques en las avenidas, y el hampa desbordada en las tinieblas públicas, que son su caldo de cultivo.

La gente está indignada. Esta indignación carece de color político porque la sufrimos todos los ciudadanos. Aquí en Mérida la mentadera de madre es ya un lugar común cada vez que se va la luz, al igual que los gritos irónicos de ¡viva Chávez!; y otros que por respeto a ustedes no puedo escribir. Por lo menos hay gritos (no sé si lo racionarán también) y eso sirve de catarsis para que las personas drenemos lo que llevamos por dentro, y no lleguemos a situaciones embarazosas que podamos lamentar. Aunque un grupo de malhumorados le metió candela a una de las sedes de Corpoelec en Mérida, con daño patrimonial tanto al sector público como al privado.

Las caras largas abundan, así como el desconcierto y la impotencia. Los que tienen plata ya mandaron a instalar en sus casas ahorradores de electricidad y plantas eléctricas a todo dar (de esas que no suenan y duran prendidas hasta que se acaban). En mi caso, como soy profesor universitario titular, con un sueldo devaluado por la inflación, me tengo que conformar con las lamparitas de emergencia hechas en la China, que al poco tiempo ya están echando el tiro de tanta prendedora y apagadera durante todo el día. Por lo menos eso: porque al principio compraba velas y ya estaba preocupado porque ya no se consiguen (no sé qué va a pasar en esta ciudad con eso, porque ya arrancaron las paraduras del Niño Jesús y sin velas la cosa no funciona).

Chávez, como siempre, le echa la culpa a otro para lavarse las manos en el problema que como jefe máximo le corresponde enfrentar. En esta ocasión le tocó al fulano Niño; que como buen fenómeno climático recorre impertérrito por medio mundo. Aunque sabemos, que todo parte de la ausencia de una política de Estado, tendente al mantenimiento de las redes eléctricas y de inversión en tecnología. A estas alturas algunos personeros le siguen echando la culpa a los de la cuarta, aunque los de la quinta ya llevan 11 años detentando el coroto. ¡Increíble! Otros dicen que no llueve y los embalses de las represas "están medio vacíos". Los de la oposición replican argumentando que eso es falso: "que están medio llenos". ¿Quién los entiende?

Mientras tanto, en el ínterin, estamos nosotros. El pueblo. Llevando palo como gata ladrona. Pasando oscuridad de la buena y mentando madres al vacío, a la nada, a esa abstracción que se llama gobierno. ¿Y cuando se acaben las ganas de seguirlas mentando, porque al fin y al cabo esas buenas mujeres no tienen la culpa de nada?

rigilo99@hotmail.com

EL UNIVERSAL Caracas 7 de Enero del 2010

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