jueves, 7 de enero de 2010

Luz y libertad

Andrés Cañizález //
La ineficiencia oficial quiere ser ocultada con el discurso del derroche

La reciente decisión oficial de limitar el horario de los centros comerciales, y todas las actividades que tienen lugar en estos espacios, es una suerte de vuelta de tuerca en el proceso que estamos viviendo en Venezuela. Imponer, a lo largo y ancho del territorio nacional, un horario restrictivo en los centros comerciales es una muestra de cómo, con decisiones gubernamentales, se nos va quitando la posibilidad de decidir y de escoger libremente.

La crisis energética es real. Caracas es una excepción, pues los apagones son esporádicos comparados con el resto del país. Sin embargo, cada día se conocen de apagones prolongados en ciudades importantes, en tanto, en pequeñas poblaciones más que apagones la gente dice que tiene "alumbrones". La crisis eléctrica, siendo real, no puede adjudicarse exclusivamente al derroche de los venezolanos, tal como lo ha querido sostener el Gobierno. Ha sido una enorme irresponsabilidad oficial, en los últimos años, promover el consumo con facilidades para el acceso a electrodomésticos, permisos para la construcción de nuevas viviendas, etcétera, sin que eso haya estado acompañado de inversiones en el sector. Hoy hay mayor consumo, ciertamente, y en buena medida se debe a la expansión económica de los últimos años, producto del boom petrolero internacional; empero, una parte de tales ingresos no se destinaron a inversiones para ampliar las capacidades de producción de electricidad. En pocas palabras, tenemos un colapso del sistema eléctrico.

La ineficiencia oficial quiere ser ocultada con el discurso del derroche. Como en muchos otros campos de la vida nacional, el Gobierno incumple con planes y proyectos y las consecuencias termina pagándolas la población de a pie. Esto ocurre con el tema de los centros comerciales. Quienes en su mayoría frecuentan los centros comerciales en Venezuela no son "los hijos de la oligarquía", como pretende hacer ver el Gobierno, pues en realidad quienes tienen poder económico terminan haciendo sus compras en Miami o Panamá; los principales usuarios de los centros comerciales son venezolanos de clase media y baja, que no sólo van a comprar, sino que estos espacios -ante la inseguridad reinante- son una suerte de oasis para pasar el rato, encontrarse con los amigos o familiares o sencillamente caminar y ver tiendas. Tampoco puede perderse de vista que en los centros comerciales se concentra la mayor oferta de diversión, pues muchos tienen cines, restaurantes, discotecas, bares, etcétera.

Al limitar el horario de los centros comerciales no sólo se impone un castigo a los comerciantes y empresarios, sino que se afecta principalmente la libertad de elegir de los venezolanos. Parafraseando lo dicho por la caricatura de Rayma el pasado martes, en estas mismas páginas, ¿será que también nos vamos a acostumbrar?

acanizalez@yahoo.com

EL UNIVERSAL Caracas, Jueves 7 de Enero del 2010

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