martes, 5 de enero de 2010

Lo que hay que hacer es no prender las luces


- Natalia Sánchez /Socióloga /nataliabeasanchez@hotmail.com

Las últimas medidas tomadas por el Gobierno para disminuir el consumo eléctrico, que afectan los espacios de la vida pública recreativa de los venezolanos, son un ejemplo más de la lógica que está detrás del mando en Venezuela: si hay un problema energético eléctrico, lo que hay que hacer es no prender luces; si hay un problema de abastecimiento de agua potable, lo que hay que hacer es no bañarse; si hay un problema de violencia desatado en las calles, lo que hay que hacer es no salir de la casa; si hay problemas de desabastecimiento de alimentos, lo que hay que hacer es consumir menos. Frente a cualquier dificultad, el Gobierno optará por disminuir, sacrificar, reducir y controlar porque no sabe cómo gobernar para el desarrollo y no para la escasez.

Esto nos recuerda formas autoritarias de gobiernos religiosos, en otras sociedades muy distintas a las nuestras de siglos pasados, donde las explicaciones que se le daban al pueblo sobre el producto de la cosechas, fuese éste bueno o malo, era la voluntad de las deidades. Esto exige un pueblo estoico que sea objeto de controles infinitos y que a su vez sea sacrificado, comedido, fanático de las limitaciones. Tanto control, no nos deja duda, indica que para el Gobierno somos unos cadetes irresponsables o con poco juicio, que hay que enseñar a consumir, a respirar, a vivir, a salir, a comer y a ir al cine.

La incapacidad de modernizar el Estado no es tan grave como esta manía de controlar. Así, la locura de la revolución, que resultó simpática en su momento, es antipática hoy cuando se alteran los hábitos de la vida diaria, producto de que hay más desconocimiento que experticia en la élite que gobierna al país.

Cuando uno ha vivido en apartamento sabe que cuando cambian quienes administran los condominios empiezan a pasar cosas que antes eran consideradas imposibles: si se racionaba el agua ahora se raciona menos, si los ascensores vivían dañados ahora no. Más allá de las escobas nuevas, existe una consideración especial del que ha padecido la mala gerencia por dejar de exigir sacrificios a la gente, porque los sacrificios siempre (en gestión pública) están asociados a menos trabajo para el que gobierna. Quienes están mucho tiempo mandando se ponen flojos, evitan conflictos, pierden pasión, se acomodan y cubren con un velo de enemistad al demandante. Es más fácil pedir sacrificios cuando no se sabe gobernar.

LA VERDAD. Maracaibo Martes 05 de Enero del 2010

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